Nortel Networks se desmantela a pasos agigantados

La empresa canadiense llevaba unos años navegando a la deriva pero, sin duda, ha sido este 2009 su “annus horribilis”. La venta de las distintas divisiones ha provocado la casi disgregación de la compañía, que se ha declarado en bancarrota, y ha finalizado con una nueva reestructuración. El CEO y presidente Mike Zafirovski ha quedado fuera de Nortel Networks a la vez que el comité de empresa se ha visto reducido de nueve a tres miembros.

Publicado el 04 Nov 2009

Charo Sánchez

El gran declive comenzó a raíz de la pérdida de más de 3.400 millones de dólares durante el tercer trimestre del año 2008, lo que motivó que la compañía se viera “obligada” a reducir 1.300 puestos de trabajo en todo el mundo para modificar su estructura corporativa. Los ingresos durante ese tercer trimestre rondaron los 2.300 millones de dólares, lo que suponía un 14 por ciento menos que el mismo periodo de 2007. De ahí que la empresa comenzase a llevar a cabo acciones decisivas en un entorno de “niveles de gasto inferiores de nuestros clientes”, según afirmaba, por aquella época, Mikel Zafirovski, por entonces presidente y CEO de Nortel Networks. Con este tipo de recortes adoptados, Nortel Networks pretendía reducir sus costes anuales en casi 400 millones de dólares para este año 2009. Para lo cual, además de las medidas ya mencionadas, se anunciaron otras nuevas como la eliminación de puestos ejecutivos y directivos en toda la compañía, así como congelaciones salariales durante el presente año.

Tanto es así que el recorte más sonado, por su importancia, se produjo durante el pasado periodo estival. El presidente y consejero delegado Mike Zafirovski dimitía de Nortel, según fuentes de la compañía, “al haber fracasado en su intento de revitalizar la empresa”. De hecho, Zafirovski aterrizó en el gigante de las telecomunicaciones con el propósito de reestructurarla tras el escándalo financiero protagonizado por el CEO Frank Dunn.

Pero se encontró con un entorno económico nada favorable lo que llevó a la empresa canadiense a acogerse, en enero de este año, al capítulo 11 de protección de bancarrota en su país. Todo esto se hacía público el mismo día en que se conocían las nuevas cifras de Nortel en el segundo trimestre: los ingresos disminuyeron un 25 por ciento respecto al año anterior y un 14 por ciento con respecto al trimestre pasado. Aspecto que se traducía en unas pérdidas netas de casi 300 millones de dólares, más del doble de las pérdidas registradas un año antes. Por lo que decidió que podría generar más valor vendiendo activos que intentando reestructurarse en negocios con una mayor o menor viabilidad.

Y junto a la “invitación” a salir de la compañía a Zafirovski, Nortel llevaba a cabo una reducción de su cúpula directiva. Así, las unidades de negocio Wireless, Enterprise, Metro Ethernet, Carrier VoIP, Application Solutions y la joint venture Nortel-LG pasaban a estar bajo la dirección de Pavi Binning, el responsable de reestructuración; por su parte, el nuevo responsable de estrategia, George Riedel, se encargaría de los equipos de fusiones y adquisiciones.

Finalmente, se creó un grupo corporativo para gestionar las actividades de reestructuración durante el proceso de ventas, una sociedad liderada por el antiguo tesorero de la empresa John Doolittle.
  Recortando poco a poco
Y al igual que otras muchas empresas, Nortel Networks se subió al carro de “declararse en bancarrota” y anunció, a primeros del presente año, que se ponía bajo la tutela de los tribunales canadienses para hacer frente tanto a los intereses de su deuda como a la crisis económica. Una situación que pretende repetir, con actuaciones similares, en Europa, África y Oriente Medio.

Por eso, a pesar de los mensajes de “aparente tranquilidad” que se quieren comunicar desde la compañía, la opinión más extendida es que todos estos procesos acabarán, finalmente, con el desmantelamiento de la empresa y la venta de la mayoría de sus divisiones al mejor postor, como así ha venido ocurriendo. Y entre esas empresas pendientes del desmantelamiento de Nortel se encuentran sus rivales extranjeros, entre otros.

Una realidad que, de hecho, comenzó en septiembre del año 2006. Por aquel entonces, Nortel lanzaba un comunicado en el que ponía de manifiesto su acuerdo con Alcatel-Lucentpara la venta del negocio de UMTS, es decir, el Sistema Universal de Telecomunicaciones Móviles (Universal Mobile Telecommunications Systems), una de las tecnologías usadas por los móviles de tercera generación. Así, fuentes de la empresa canadiense aludían al acuerdo definitivo para la venta de ciertos activos y la transferencia de algunas deudas relacionadas con el negocio de acceso UMTS a Alcatel-Lucent. Un compromiso que seguía a “la firma del Acuerdo de Intenciones no vinculante entre las dos empresas anunciado el 1 de septiembre de 2006”.

Esta transacción se alcanzó por un valor de 320 millones de dólares estadounidense, en efectivo, menos deducciones significativas y costes relacionados con dicha transacción, y suponía que cerca de 1.700 trabajadores del negocio de acceso UMTS de Nortel iban a tener que trasladarse a Alcatel-Lucent. Por estas fechas, Richard Lowe, presidente de Movilidad y Redes de Núcleo Convergente de Nortel señalaba: “Nortel se ha comprometido con el desarrollo de las tecnologías inalámbricas que ofrecerán banda ancha móvil 4G y esto supone un paso más a la hora de alcanzar este objetivo”. Posteriormente, en febrero de 2009, Radwarese hacía con el negocio de conmutación de aplicaciones del Nivel 4-7 de Nortel. Y se comprometía a dar soporte técnico durante un quinquenio, integrar en su plataforma de gestión y, finalmente, fusionándolo. Meses más tarde, concretamente en junio de este presente año, Nortel confirmaba la venta de algunos de sus activos. El primer paso se comenzó a dar tras la venta de sus negocios de telefonía móvil CDMA y de cuarta generación LTE a Nokia Siemens Networks por un importe que superaba los 460 millones de euros. Pero cuando todo parecía cerrado y bien atado por parte de la compañía nórdica, y cuando el máximo mandatario de Nokia tenía claro que el acuerdo de compra se cerraría en el tercer trimestre de 2009, apareció en escena la multinacional sueca Ericsson para hacerse con dicha tecnología inalámbrica de Nortel. Todo ello, por delante tanto de Nokia como de la compatriota RIM, cuya oferta se situaba en torno a los 1.100 millones de dólares.

Ericsson se adjudicaba, por tanto, la división CMDA y la unidad de I+D de LTE de la empresa canadiense, declarada insolvente en una subasta, por una operación valorada en 796 millones de euros y que iba a permitir a la compañía sueca ampliar su presencia en el mercado de operadores de Norteamérica y Canadá, llegando casi hasta el 30 por ciento. Entre otras cuestiones, con la idea puesta en la posibilidad de competir con los grandes operadores como Verizon y Sprint. De hecho, el objetivo principal es mantener en dicha área geográfica a los más de 2.500 empleados de Nortel que trabajan en los negocios de CDMA y LTE. Y aunque la oferta de Ericsson está pendiente de que las autoridades de Canadá y Estados Unidos den el visto bueno a dicha adquisición, dicha operación podría

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Redacción RedesTelecom

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