Eugenio Fontán Oñate, decano-presidente del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación

“Un día sin telecomunicaciones sería una catástrofe mundial”

Publicado el 10 Sep 2015

Eugenio Fontán Oñate, decano-presidente del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación.

Desde su posición, como decano del COIT, ¿cómo ve el mercado de las telecomunicaciones en Es­paña a día de hoy?

El mercado de las telecomunicaciones en España sigue siendo muy potente. En este país se invierte mucho en redes. Si se compara con otros sectores des­tacaría que el sector de las Telecomunicaciones es el único que invierte sistemáticamente todos los años miles de millones de capital privado en el mantenimiento y renovación de las infraestructuras. Este hecho ha­ce que se demanden muchos profesionales especia­lizados en esta área. Según datos de la CNMC, el sector privado invierte anualmente unos 3.900 millones.

Si analizamos las demandas de los diferentes mer­cados, vemos que las empresas están apostando por tecnologías de futuro como Big Data, sensores o el mercado de smart cities, mientras que en el sector consumo los productos y servicios tecnológicos no se han resentido tanto por efecto de la crisis co­mo otros artículos de primera necesidad como la ali­mentación o el calzado. Según el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI) el gasto realizado por hogares españoles en servicios TIC es de 2.978 millones de euros, con un aumento mantenido del gasto en conexiones a Internet.

Hace unos meses, la Unión Internacional de Telecomunicaciones celebraba en Madrid su 150 aniversario y su secretario general, Hou­lin Zhao, resaltaba el papel de las telecomuni­caciones en la sociedad, ¿qué destacaría usted de ese rol de las telcos y de la UIT en los últi­mos años?

Con este acto que se celebró en Madrid quisimos po­ner de manifiesto del papel destacado a nivel mun­dial de la Unión Internacional de Telecomunicacio­nes (UIT). Se trata de la institución dependiente de la ONU más antigua y veterana del mundo, que cuen­ta con más miembros y a la que pertenecen 193 estados y más de 700 entidades privadas e instituciones académicas. La UIT encarna lo que ha sido el desarrollo de las telecomunicaciones en este siglo y medio. Piensa que hemos pasado por guerras mundiales, conflictos regionales, etc. y, sin embargo, las telecomunicaciones siempre se han de­sarrollado en un entorno de discusión abierta entre países y con la participación de múltiples fabricantes.

De la UIT destacaría la labor de consenso y el pa­pel de entendimiento que ha sabido alcanzar entre los países miembros. Esto, en términos tecnológicos, si tuviera que resumirse en un concepto sería el de los estándares. Las telecomunicaciones no se hubie­ran desarrollado como lo han hecho sin los estánda­res. Todo el mundo da por hecho que cualquier te­léfono pueda comunicar con otro teléfono en otra parte del mundo, esto también ocurre con los bar­cos, los trenes, satélites o cualquier terminal… todo ello se basa en un incansable avance en cuanto a cer­tificaciones y homologaciones. Al final, se ha genera­do una cultura de entendimiento que ha trascendido más allá de las telecomunicaciones.

Si nos paramos a pensar que se habla en múltiples idiomas en el planeta y aun no conociéndolos pode­mos comunicarnos, enviar ficheros, etc. a cualquier parte del mundo, nos daremos cuenta de que se ha obrado la magia gracias a las infraestructuras de te­lecomunicaciones. Los ingenieros hemos jugado un papel significativo y se va a mantener así durante mucho tiempo.

La UIT es una organización sectorial de carácter internacional única. Su responsable, el secretario general, que es elegido democráticamente, recibe tratamiento de jefe de estado, desde que la UIT se incorporó a la ONU en el año 1947, lo que es una muestra más de reconocimiento de la singularidad de esta or­ganización. En el acto de conmemoración del 150 aniversario de la UIT que celebramos en Madrid, presidido por Su Majestad el Rey, tuvimos el honor de contar con su presencia.

Igual que ha cambiado la sociedad y ha evolu­cionado la tecnología, supongo que las inquie­tudes de las nuevas generaciones de ingenie­ros se diferencian de las de sus antecesores, ¿el COIT nota ese cambio entre sus colegiados? ¿Han variado su actuación con respecto a los nuevos ingenieros?

Lo que vemos es que las generaciones cambian de modo gradual, pero después de diez o doce años los cambios son muy significativos y muy disruptivos. La formación no ha variado mucho, el perfil profesional de los nuevos ingenieros se parece bastante al de los ingenieros de generaciones anteriores, pero el per­fil humano ha cambiado mucho, los cambios en este aspecto se aceleran, los jóvenes de 20 años son dife­rentes a los jóvenes de 30 años.

Los jóvenes de ahora están más alejados de las ins­tituciones clásicas, no es exactamente que sean más individualistas, sino que tienen acceso a redes de con­tacto, a grupos sociales y a comunidades virtuales o reales con una gran naturalidad y esto les hace sepa­rarse un poco de instituciones que ellos perciben como más tradicionales como los partidos políticos, la Iglesia o los propios colegios profe­sionales. Sin embargo, las nuevas comunidades son frágiles, se destruyen y desaparecen con la misma fa­cilidad con la que surgen. Nuestra obligación como Colegio es transmitirles que ellos podrán modelar y transformar el Colegio a largo plazo; hay que reco­nocer que no tenemos dificultad para transmitir es­te mensaje cuando tenemos oportunidad de hacer­lo, pero no siempre hay ocasión.

En cuanto a la situación laboral de los nuevos in­genieros, nos encontramos con que los jóvenes en­tran rápidamente en el mercado laboral y, a veces, es­to supone un espejismo porque consiguen un trabajo pronto y creen que su desarrollo profesional será fá­cil; después, tres o cuatro años más tarde, vemos que ellos observan con fatiga que se estancan profesio­nalmente, que no prosperan. En el fondo, esto no es algo sólo del sector de las telecomunicaciones, sino del mercado español en general, es muy difícil pros­perar en este país, donde no hay un buen reconoci­miento a la labor de los profesionales, se exigen mu­chas horas, se recibe poca remuneración, hay escasa formación profesional y no se deja a los jóvenes figu­rar como autores de proyectos, siempre hay alguien por encima supervisando y llevándose los honores.

¿Este escenario es coyuntural y está asocia­do a la crisis?

Yo diría que en España ha habido una serie de malas prácticas, que han lastrado a nuestro país en un contexto cada vez más competitivo. En países como el nuestro, al margen de la crisis que mencionas, nun­ca ha habido tradición profesional. Piensa que en los años noventa, la mayoría de la gente aspiraba a ser funcionario, esta aspiración es una falta de visión y de saber adaptarse a los tiempos que nos ha tocado vivir. En España, no surgen con facilidad empresas innova­doras como en Israel, los países nórdicos o los bálti­cos; en nuestro país, eso no ocurre. A dicha carencia se suman otros lastres que frenan la economía, como una Administración con demasiada burocracia, una Seguridad Social con unos costes muy elevados, unas leyes laborales poco flexibles… es como atravesar un desierto con una mochila de 100 kilos a la espalda viendo que otros lo atraviesan con 10 litros de agua.

Europa está volcada en lograr el objetivo de un mercado único digital, pero los intereses particulares de cada país y el diferente ritmo al que avanzan los Estados miembros dificul­tan esta misión, ¿cree que se llegará a mate­rializar realmente este proyecto a corto-me­dio plazo?

El mercado único digital es inevitable, salvo catástrofe o cataclismo. La evolución y el consumo lo hacen in­evitables y cuanto más lo frenen los intereses de los que están en contra, peor será para todos. Segura­mente habrá dos ritmos en el mercado único digital, pero no ­serán exactamente barreras entre dos tipos de países las más importantes.Creo que más que el avance tecnológico, deberíamos incidir en las trabas que producen las diferencias culturales y el temor al cambio; por ejemplo, a día de hoy, cuando compramos un medicamento en una farmacia, el profesional tiene que cortar con un cúter la etiqueta y el código de barras y pegarlo a la receta; hay tecnología de sobra para eliminar el cúter y sin embargo, se sigue trabajando así, esto lo que significa es que nosotros mismo nos ponemos trabas, por incompetencia o por temor al cambio.

En los últimos años, Internet ha marcado el paso de las TIC y ahora, con el fenómeno de Internet de las Cosas parece que su implicación es aún mayor, ¿qué peso tienen aquí las comunicaciones?

Internet es un fenómeno que está trasformando la sociedad es su conjunto, pero en realidad es un término que utilizamos para definir un fenómeno. Cuando hablamos de Internet, nos referimos al hecho de comunicar, compartir servicios, datos, etc. y todo ello se transmite a través de las redes de comunicación, no se realiza con códigos o gestos, sino con bits que van por medio de redes fijas y móviles. El peso de las comunicaciones es definitivo. Y, aquí, el uso del espectro radioeléctrico es fundamental y, por suerte, se trata de un activo universal dado que todos los países tienen la misma cantidad de espectro radioeléctrico, con independencia de su riqueza, de que tengan petróleo o no; esto hace que las telecomunicaciones estén estandarizadas y generalizadas, y el buen uso de este activo ha contribuido al desarrollo de Internet y de las comunicaciones inalámbricas. Un día sin telecomunicaciones sería una catástrofe mundial, podemos almacenar el agua pero las telecomunicaciones no.

Afinando un poco más, si hablamos de las smart cities, vemos que el papel de las redes es clave, pero son vistas casi como una commodity ¿cree que las telecomunicaciones deberían contar con un mayor protagonismo?

Las redes se están convirtiendo en una commodity porque funcionan bien. Se ven como algo que no falla, imprescindible y que tiene un coste razonable. Con el concepto smart city sucede un poco como con Internet, que es un tanto confuso y que hace un uso intensivo de las comunicaciones. Tiene que desarrollarse todavía, los poderes públicos deben definir que es la smart city. Hace un año el Colegio hizo un estudio y vimos que había que pulsar la opinión no sólo de los ingenieros, sino también de los usuarios y consumidores, esta última pata no está siendo abordada por nadie. Y efectivamente como dices, las redes son fundamentales para el desarrollo de las smart cities y su papel se percibe como el de una commodity. Los ingenieros de telecomunicación estamos acostumbrados a la discreción. Piensa que los arquitectos, por ejemplo, hacen obras más visuales, pero nuestra labor se aprecia menos exteriormente.

Recientemente se aprobó el uso de la banda de 800 MHz para la 4G y los operadores ya se han lanzado a ofrecer servicios basados en 4G por esta banda, el mercado también está muy avanzado en LTE, LTE-A, etc. sin embargo, eso no soluciona el hecho de que los operadores no consigan elevar el ARPU de sus clientes, ni que los consumidores cuenten con una alta velocidad efectiva (depende del terminal, de la cobertura real…), ¿la solución no es tanto tecnológica como de precio?

Los telecos tenemos que entender que el concepto de precios hedónicos. Los usuarios –sean particulares o empresas– se han dado cuenta de que pueden recibir más pagando menos, porque la tecnología ha permitido que esto sea posible; esto ocurre con el transporte en avión, los coches o la ropa, lo que pasa es que por el mismo precio esperas comprar productos mejores. Las telecomunicaciones no se libran de este modelo. Las operadoras suman a esto otro fenómeno que es invertir mucho dinero en infraestructuras para garantizar que sean cada vez más capilares, más eficientes… Y, además, el sector de las telecomunicaciones es muy competitivo, quizá el más competitivo de la industria, algo que se ha conseguido en un tiempo record de poco más de 19 años. Al final vemos que se produce una lucha incesante entre los operadores por ofrecer nuevos servicios que tengan valor y que permitan generar más ingresos. Lo que hay es que acomodar el nivel de inversión a un retorno natural de rendimiento, el mercado tenderá a este equilibrio y el usuario deberá entender que si quiere un servicio avanzado tendrá que pagarlo.

Bueno, podrían rebatirle que pagamos en Europa uno de los precios más altos por tener acceso a Internet. Los servicios como tal no son muy baratos…

Yo no creo que los precios en España sean caros. Estamos en un país con una orografía y una distribución de la población muy peculiar, hecho al que se añade la suma de gran cantidad de turistas que se concentran en puntos concretos durante un par de meses al año, esto hace que las redes deban estar preparadas para unos elevados picos de demanda pero cortos en el tiempo, que luego no son usadas prácticamente el resto del año ni rentabilizadas. Se exige que las redes funcionen cien por cien cuando sólo se rentabilizan unos meses; esto en países como Corea del Sur con una población similar a la española [50,42 millones a finales de 2014] no ocurre, porque tienen la población homogéneamente distribuida y es fácil rentabilizar las redes todo el año, por ejemplo.

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Cristina López

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