No tienen más de 25 años, son la niña bonita de las telecomunicaciones, viajan por todo el mundo y los tiburones se las comen a dentelladas. No lo dude, hablamos de las redes submarinas. Aunque estas infraestructuras o, mejor dicho, lo que hoy entendemos con este concepto cables de fibra óptica extendidos por el mar, son relativamente recientes, el origen del cable submarino es tan antiguo como las propias telecomunicaciones; de hecho, el primer cable que se extendió debajo del agua fue para cruzar el canal de La Mancha y surge a la par y, como consecuencia, de la aparición del telégrafo, el padre de las modernas TI, allá por 1860. Siete años más tarde, se trazó el primer cableado transoceánico por el Atlántico, operación que se llevó a cabo con el barco llamado The Great Eastern. Actualmente, las redes submarinas han alcanzado de nuevo protagonismo de la mano de la fibra óptica, después de casi cien años viviendo en el más absoluto olvido. Y es que gracias al reinado del que disfruta la fibra y el servicio que presta para la transmisión de datos, en un momento en el que la Nueva Economía gira en torno a la velocidad de la información, el cableado vuelve a resurgir con fuerza, esta vez revestido de los últimos avances y respaldado por una fuerte infraestructura. Una alternativa más Pero no pensemos que su aparición viene a provocar un desplazamiento de las redes terrestres, en realidad no son sistemas alternativos sino complementarios. Cuando se pone una red por tierra es porque se trata de conectar dos ciudades sin que haya agua de por medio; y cuando hay que unir continentes, la solución es extender el cable por mar. Por otra parte, las redes submarinas necesitan conectarse a las infraestructuras terrestres cuando llegan a la costa. Las diferencias entre un tipo de red y otra son mínimas, ambas son filamentos que transmiten ondas lumínicas, prácticamente idénticos. Las divergencias están en el material que reviste la fibra óptica y en los equipos auxiliares que gobiernan el sistema de cables. Con respecto a estos últimos, la fibra submarina necesita disponer de repetidores cada 400 Km, mientras que en la terrestre esta distancia se reduce a 80 o 100 Km. Distinto sería el análisis si comparamos las redes submarinas con la transmisión de datos vía satélite. En este caso, sí podemos ver ambos métodos como alternativos, aunque hoy por hoy, la primera resulta más segura y con menos índice de fallos de transmisión. Mejor bajo el agua Si profundizamos más allá de la cuestión de su complementariedad, encontramos que, en líneas generales, el cableado submarino, a largo plazo, resulta más rentable que el terrestre. Los peligros que acechan a la fibra submarinas tales como la pesca artesanal, el uso de redes ilegales por parte de los pescadores, el ataque de animales marinos -en especial de los escualos- o los conflictivos primeros 1.500 metros de profundidad que coinciden con la zona costera, cada vez son más esporádicos, debido a que los adelantos tecnológicos han reducido las incidencias. Para la fibra submarina encontramos barcos cableros que hacen el tendido con rapidez y flexibilidad, frente a la ardua instalación terrestre. La mayor complicación que surge en la extensión de este tipo de redes es, curiosamente, la fase previa, el estudio oceanográfico de los fondos marinos, sobre los que se tenderá el cable, y el trazar la ruta más rentable. Con respecto a los permisos legales, tan aparentemente complejos al tener que bregar con diferentes países, la realidad se muestra contradictoria muchas veces son más estrictos los requisitos impuestos por los ayuntamientos para instalar fibra óptica terrestre en las ciudades que los recogidos en los tratados internacionales, poco desarrollados, o las leyes sobre aguas territoriales que regulan esta cuestión. Continuos avances Independientemente de la presión que puedan ejercer las trabas físicas que rodean las redes submarinas, el avance tecnológico corre paralelamente y a una velocidad vertiginosa. No sólo los barcos cableros actúan con mayor celeridad y los materiales que recubren la fibra son de mejor calidad, sino que la fibra cada vez transmite con mayor ancho de banda. En los últimos años, no deja de hablarse de la tecnología DWDM (Dense-Wave Division Multiplexing o Multiplexado por División de Longitud de Onda Densa) de transmisión de voz, que multiplica el ancho de banda y aumenta el espectro luminoso consiguiendo que la velocidad alcanzada llegue hasta 40 Gbps por segundo. Los técnicos se han quedado cortos en sus previsiones. Desde que Internet irrumpió masivamente en todo el mundo y los portales surgen de la nada, la demanda de transmisión de datos ha sido tan alta que los sistemas están continuamente adaptándose para ofrecer mayor capacidad. Si hace tan sólo unos años se hablaba de Megabit y se mencionaba la aparición de Gigabits, hoy ya estamos familiarizándonos con los Terabits y los Hexabits, y los más osados ya piensan en Petabits y Yutabits. Es sólo cuestión de tiempo, mientras los océanos seguirán en el mismo sitio esperando nuevas redes.
Temas
Canales




