El ambiente es lo suficientemente grave como para que algunos analistas consideren que la nueva economía ha entrado en grave crisis.
La crisis de las puntocom fue la primera en manifestarse.
Estas empresas, por regla general, estaban mal gestionadas y se habían gastado ingentes cantidades de dinero en promoción. Cuando los inversores se dieron cuenta de lo que estaban haciendo cortaron el grifo para no seguir perdiendo dinero y muchas de ellas tuvieron que cerrar. Los cierres y despidos de las puntocom no solo van a continuar, sino que se acentuarán progresivamente, a medida que las deudas y la falta de ingresos suficientes para mantenerse en pie sigan multiplicándose.
En el caso de la crisis de las tecnológicas la situación es diferente. Por regla general las grandes empresas que han empezado a despedir empleados son firmas que llevan muchos años en el mercado y que siempre han ofrecido buenos beneficios. En el caso de Europa los problemas han llegado, entre otras razones, por el retraso en la implantación de la telefonía de tercera generación. Las operadoras telefónicas y las empresas encargadas de facilitar la tecnología para poner en marcha UMTS se han encontrado con que no podían fabricar todo lo que estaba previsto porque no hay a quién vendérselo. A esto se añaden otras situaciones como que la telefonía de segunda generación (GSM) está tocando techo y no se venden terminales. Además, WAP, que se presentaba como la panacea también ha sido un fiasco y, de momento, sólo funciona de forma casi testimonial.
En definitiva, los motivos que están provocando la actual masacre laboral que sufren los trabajadores del sector se podrían resumir en tres puntos las fuertes inversiones que se han visto obligadas a hacer las compañías de telecomunicaciones en UMTS, la reducción de las previsiones de beneficios y la falta de financiación con la que se han encontrado muchas de estas compañías tras su hundimiento de los parqués bursátiles. La culpa de esta situación es, en buena medida, de la desaceleración económica, que ha obligado a gobiernos de diferentes países a rectificar a la baja sus previsiones de crecimiento.
El pasado 17 de Abril fue uno de los peores días para la industria tecnológica. Nada menos que cinco gigantes del sector hacían públicos sus planes de reducción de plantillas. En pocas horas se había anunciado el despido de un total de 27.000 trabajadores.
A la cabeza de los despidos masivos que se han producido durante las últimas semanas está la primera operadora mundial, la nipona NTT, que ha anunciado un recorte de plantilla de 30.000 empleados. Después le sigue el fabricante americano Motorola que, además de dejar en la calle a 22.000 personas, por primera vez en su historia ha presentado pérdidas trimestrales.
ADC Telecomunications, una firma que opera como proveedora de equipos de telecomunicaciones anunció medidas similares al informar de su decisión de eliminar entre 3.000 y 4.000 puestos de trabajo, alrededor del 18 por ciento de su plantilla.
Siemens también ha entrado de lleno en la política de despidos al anunciar su intención de dejar sin empleo a 3.500 personas de su filial de redes de telecomunicaciones. Es un plan de reestructuración a 18 meses vista y representa un 15 por ciento del total de la plantilla.
Palm, la compañía especializada en la fabricación y venta de handhelds (ordenadores de bolsillo), ejecutará diversas medidas entre las que figura la reducción de un 13 por ciento de su plantilla; alrededor de 250 empleados.
Poco antes de que se produjese esta ola de despidos, algunos ejecutivos de las empresas tecnológicas como John Chambers, CEO de Cisco Systems, habían advertido de la ralentización de la economía. Quizá pretendía poner la venda antes de la herida señaló un analista estadounidense al recordar que las palabras más pronunciadas en los últimos meses han sido profit warnings o caída de beneficios.
La situación que se está produciendo en el sector de la tecnología ha llegado a provocar importantes enfrentamientos entre los ejecutivos de las compañías y sus accionistas. Esto es lo que ha ocurrido en Nortel y Lucent Technologies, donde los gestores han sido acusados de inflar los resultados. Los accionistas han acudido a los tribunales después de ser informados de que no se cumplirían las previsiones económicas, lo que provocó el hundimiento del valor de las acciones. Lucent, por ejemplo, ha sido acusada de inundar de material sus canales de distribución, sabiendo que los distribuidores no podrían vender todos los componentes. La denuncia afirma que esta política se ha seguido con el fin de incrementar artificialmente la cifra de ingresos.
Para evitar la caída de las acciones los directivos de Lucent y Nortel decidieron recortar empleo. En el caso de Lucent son 10.000 los trabajadores que se quedan en la calle mientras que la canadiense Nortel despedirá a 15.000 personas.
Pero no todo son malas noticias para el sector tecnológico. Compañías de la talla de IBM, Apple y AMD han conseguido beneficios en el primer trimestre de este año.
La situación que se ha vivido en las últimas semanas ha provocado que algunas empresas hayan cogido el toro por los cuernos buscando soluciones a tan preocupante situación. Esto es lo que ha hecho la empresa sueca Ericsson, que a mediados de abril certificaba la dificultad del momento con el despido de 15.000 trabajadores. Sin embargo sus directivos, apenas una semana después, anunciaban un acuerdo con Sony para enfrentarse de forma conjunta al complicado mercado del móvil.
Los fabricantes de equipos de telecomunicaciones, que veían el desastre de las puntocom como algo lejano, se han encontrado de repente inmersos en una inesperada crisis. La caída en la demanda de teléfonos móviles y el freno en la inversión de las operadoras de telecomunicaciones han sido los motivos que han provocado la actual situación.
La crisis era totalmente inesperada porque el sector de equipos de comunicaciones es, precisamente, uno de los mas maduros de la nueva economía. No en vano se trata de una industria cuyas raíces son tan antiguas como el propio teléfono.
Los síntomas de agotamiento del mercado de terminales móviles vienen avalados por un estudio realizado por Nokia. Según los datos aportados en este trabajo, se calcula que este año se venderán entre 450 y 500 millones de teléfonos móviles, lo que representa un diez por ciento menos de lo estimado hace apenas dos meses.
La situación ha provocado que se genere un efecto dominó, donde los lideres de las principales empresas disminuyen su ritmo de fabricación e incluso detienen la producción, lo que, a su vez, ha creado problemas a los proveedores.
Las grandes empresas se habían dedicado en los últimos meses a acumular existencias para acometer una demanda que luego ha resultado mucho menor de lo esperado. Por este motivo el mercado se limita a tirar del almacén. Esta disminución en las compras ha provocado los mayores desastres bursátiles del año en el sector de componentes, que se encuentra excesivamente expuesto a los picos y los desplomes de la demanda.
La crisis se produce, en cierta medida, por el debilitamiento del crecimiento en Estados Unidos y su posible contagio a otras economías, aunque en realidad parte de la culpa la tiene la falta de confianza del sector.