La primera quiebra sonada de una empresa puntocom fue Boo.com dedicada, principalmente, a la venta de ropa deportiva. Sin embargo, Boo.com no había sido la primera, antes habían caído otras como Healthshop.com o Reel.com. Y tampoco fue la última.
Meses después el portal británico Breathe.com quebraba y se ponía en manos de la consultora PricewaterhouseCoopers para que le buscase un comprador. Breathe.com era el quinto proveedor de acceso en importancia en el Reino Unido y quebró ante la imposibilidad de obtener financiación. La compañía acumulaba una deuda de 50 millones de libras que traducidas a pesetas asciende a 13.000 millones.
También Yupi.com, una red de sitios en español, ha pasado dificultades. La empresa se ha visto obligada a despedir a 170 trabajadores y ha cerrado sus filiales de Bogotá, Buenos Aires, Quito, México y Madrid, donde despidió a 9 de sus 10 empleados.
En total, durante el año 2000 alrededor de 130 empresas de tamaño medio o grande han echado el cierre en Internet. La mayoría de estos cierres los han provocado gestiones desastrosas que se basaban en unos planes de negocio sin fundamento más cercanos al mundo de los deseos que de la realidad. Un 60 por ciento de las empresas de Internet que han tenido que cerrar se dedicaban al comercio electrónico, según un estudio realizado por Webmergers.com. Las causas de la crisis hay que centrarlas en el retraso de la llegada de la rentabilidad al sector y en las fuertes inversiones realizadas, señalaba el informe.
La crisis ha afectado de forma especial a las pequeñas y medianas empresas, que no cuentan con la suficiente infraestructura y capacidad económica como para aguantar el tirón. Sin embargo, paradójicamente, son las mejor posicionadas porque las que ya actúan en la economía tradicional tienen un sector del mercado muy concreto al que dirigirse y saben como hacerlo. Ahora solo es necesario trasladar el modelo de negocio a la economía digital respetando las características específicas de este nuevo medio.
En España, uno de los más claros ejemplos del cambio que se ha producido en la nueva economía ha sido Ecuality. Se trata de una empresa que suspendió pagos a finales de diciembre de 2000 y que en año y medio pasó de ser pionera y representante indiscutible de la carrera fulgurante de las puntocom españolas, a convertirse en el principal ejemplo de su veloz y dura caída.
El hundimiento de Ecuality resume el fracaso del negocio del comercio electrónico en España. Esta era la compañía que, según los analistas, tenía más futuro dentro del B2C y ha sido víctima de falsas expectativas de negocio que no han permitido hacer los adecuados planes al equipo gestor. Eso no significa que los directivos no sean los últimos y máximos responsables del desastre.
El caso de Ecuality podemos explicarlo, al menos en parte, por los enormes gastos de promoción, expansión y marketing que generó con el fin de hacerse un hueco en el mercado nacional; errores promovidos por el equipo de gestión de una sociedad que llego a la suspensión de pagos con un activo de 5.000 millones de pesetas y un pasivo de 4.000, lo que representa un patrimonio neto de 1.000 millones de pesetas.
Ecuality ya había tenido un primer aviso de los problemas que se podría encontrar en las Navidades de 1999. Los clientes de su tienda Alcoste.com tuvieron problemas para recibir sus encargos a tiempo para el día de Reyes de 2000. Esta tienda dedicada a la venta de libros y música dejó a muchos de ellos en la estacada y eso no se perdona. Su gran error fue ofrecer unos productos a buen precio y no disponer de la suficiente logística para llevarlos a casa de los clientes en el plazo convenido. Y todo ello a pesar de que Ecuality contaba con la financiación necesaria porque, durante meses, fue el baluarte de los negocios online en España. La empresa había demostrado que un grupo de emprendedores con buenas ideas era capaz de captar más de 3.000 millones de pesetas en su primera ronda de financiación. En nuestro país se convirtió rápidamente en uno de los modelos a seguir en el campo del comercio electrónico; era la envidia de la competencia y una de las firmas más deseadas para conseguir empleo. Hasta que llegó la cruda realidad y todo se fue a pique.
La suspensión de pagos de Ecuality ha puesto en estado de alerta al resto de las puntocom españolas. Netjuice, que es una de las más veteranas en el mercado se ha aplicado el cuento y, por el momento, ha anunciado que paraliza todos sus proyectos en Iberoamérica con el fin de reducir inversiones y también riesgos.
Otro ejemplo de España es el caso de Terra, que durante el mes de marzo de 2000 llegó a cotizar a 155 euros por acción, mientras que a finales de año su cotización rondaba los 11 euros, y todo ello a pesar de que Terra es, casi con toda seguridad, una de las pocas empresas del sector que parece tener asegurada su viabilidad.
Desde mediados del año 2000 hemos asistido a un cambio sustancial en la concepción de las llamadas empresas puntocom. Se ha pasado de un periodo de ilusión y expectativas desmesuradas a otro de aparente escepticismo. Hace un año cualquier empresa que se pusiese como apellido tecnológica tenía prácticamente asegurada su financiación. Una firma tradicional que anunciaba un proyecto en la nueva economía veía subir el valor de sus acciones como la espuma, y todo ello sin explicar en que consistía ese proyecto; bastaba con anunciarlo. Los duros golpes que ha propinado la Bolsa a estas compañías han cambiado la situación.
Tras la experiencia de los últimos meses parece claro que las empresas de Internet tienen que acatar las reglas de la vieja economía para sobrevivir. El boom de las puntocom a principios del año 2000 hizo olvidar a muchos directivos aspectos tan fundamentales en cualquier negocio como son la rentabilidad y los beneficios. Nos encontramos con que el primer obstáculo para el desarrollo del negocio electrónico no es, ni mucho menos, la falta de ideas, sino la poca visión de muchos directivos para aprovechar la ventajas que ofrece un medio nuevo.
El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, que sirve de referente a las economías occidentales, ha repetido hasta la saciedad la necesidad de que los inversores tuviesen mucho más cuidado a la hora de destinar ingentes cantidades de dinero para el desarrollo de unas empresas cuya característica esencial era la imposibilidad de lograr beneficios a corto plazo. La nueva realidad ha obligado a muchas firmas a desinvertir y vigilar de forma muy estricta las sociedades que tienen incubadas, para cortar el flujo de capital si no logran despegar.
Además de un endurecimiento sustancial por parte de las sociedades de capital riesgo para invertir en firmas tecnológicas, los emprendedores se encuentran con más dificultades para obtener créditos, porque las entidades financieras se lo ponen cada vez más difícil. De esta forma hemos presenciado como se reduce considerablemente la liquidez destinada a los proyectos de la nueva economía. A esto hay que añadir el gigantesco y grave endeudamiento al que se encuentran sometidas muchas de las compañías Internet.
Durante el último año el sector tecnológico ha permitido ver la cruda realidad y comprobar que gran parte de las expectativas creadas luego no se han cumplido. Así, la economía real ha provocado una corrección a la baja del volumen de negocio que mueve el comercio electrónico lo que se ha unido al fracaso del WAP, que es el primer dispositivo móvil que permite el acceso a la red. Parte de la responsabilidad es achacable a las consultoras que habían avanzado unas cifras de negocio que luego no se han cumplido, lo mismo en Estados Unidos que en el resto de la sociedad occidental.
Por ejemplo, en el caso del WAP, además de otros factores económicos no hay que olvidar que se han realizado inversiones millonarias en publicidad para dar a conocer una serie de servicios. Estas prestaciones en la mayoría de las ocasiones todavía no están al alcance de unos usuarios que tienen que conformarse con hacer consultas a través del móvil y enviar mensajes. Esto se debe a que muy pocos portales permiten realizar operaciones de comercio electrónico.
A las grandes inversiones en marketing, sin los resultados esperados, se ha unido un segundo problema, más grave aún que el primero muchas de estas puntocom han estado o están gestionadas por gente poco profesional.
Muchas empresas no han sido capaces de reducir costes a través del servicio online y se han limitado a duplicar sus canales, en un mercado como el de Internet que todavía no cuenta con la suficiente masa crítica como para animar a las compañías a apostar por el negocio online.
Otro de los problemas con que se han encontrado las puntocom ha sido la falta de infraestructura necesaria para cumplir sus compromisos. Muchas empresas se han dedicado a hacer ofertas muy interesantes pero luego no han sabido entregar al comprador el producto en el tiempo establecido, lo que ha creado una gran desconfianza y malestar en el usuario.