El Internet de las Cosas suena, pero a bajo volumen

Aunque sus perspectivas de crecimiento se antojan desorbitadas, todavía hace falta que maduren las soluciones, se defina un modelo de negocio y que el cliente sepa cómo sacar el máximo beneficio a esta tecnología.

Publicado el 11 Dic 2014

Internet de las cosas suena, pero a bajo volumen...

De acuerdo con los datos de la consultora McKinsey, actualmente hay 9.000 millones de dispositivos conectados a Internet en todo el mundo, incluyendo ordenadores y teléfonos inteligentes. Es más, se espera que el número aumente de manera espectacular en la próxima década, con estimaciones que van desde los 50.000 millones en 2020 hasta un billón, lo que demuestra que, técnicamente, existen más objetos conectados a una red de datos que personas. Toda esta multiplicidad de sistemas interconectados – desde PCs, tabletas, smartphones, navegadores GPS, frigoríficos, coches o TV, entre otros, que son capaces de interactuar entre sí-, generan un enorme volumen de datos e información de forma continua que podemos leer, entender y aprovechar para mejorar nuestra vida cotidiana, pudiendo ser analizada posteriormente para tomar decisiones. A saber. Hospitales que vigilan y regulan los marcapasos a larga distancia; coches que informan al taller cuando tienen un problema para que pueda programarse la reparación o vehículos que pueden anticipar en tiempo real un cambio al sistema de planificación de rutas de distribución; fábricas que abordan de forma automática problemas que surgen en la línea de producción; hoteles que ajustan la temperatura y la iluminación de las habitaciones en función de las preferencias de cada huésped; casas que a través de un conjunto de sensores dan cuenta del consumo energético (calefacción o electricidad)… y un largo etcétera vienen a ser ejemplos de lo que se entiende por Internet de las Cosas, una de las tendencias tecnológicas más en boga de un año a esta parte –para algunos a día de hoy la principal corriente de la industria TIC- y cuyo concepto fue acuñado a finales de la pasada década. Según explican algunas voces del sector, su origen procede de una cuestión derivada de la miniaturización de componentes y de la revolución digital (la digitalización de todo tipo de elementos e información): ¿debe la generación de los datos depender únicamente del ser humano? No en vano, la dependencia hombre-máquina supone una limitación, puesto que el ser humano tiene un tiempo, atención y precisión limitados. Y es en ese momento cuando se empieza a trabajar en la idea que los dispositivos ganen en inteligencia (smart) para romper la dependencia y que generen la información de manera autónoma, lo que puede suponer un cambio en el mundo y en la forma de hacer las cosas que teníamos hasta la fecha, abriendo un abanico de posibilidades infinitas.

De esta manera, el Internet of Things (IoT) se muestra como un fenómeno heterogéneo, inalámbrico y por cable, en interiores y exteriores, y está poblado por multitud de dispositivos que van desde productos de tecnologías inteligentes hasta soluciones más básicas con capacidades “inteligentes”. Un entorno que se consigue gracias a la red y a los servicios conectados y que da como resultado un ecosistema abierto e interoperable al que se augura un espectacular crecimiento en los próximos años. De hecho, figura en las principales quinielas de las consultoras, como Gartner, que lo ubica en la segunda posición de su top ten para 2015. Incluso, ya se habla del Internet of Everything (IoE) en tanto en cuanto a día de hoy sólo el 1% de los objetos físicos están conectados a la Red y a ello hay que añadirle personas, procesos y datos. Pero, ¿realmente es un negocio floreciente? El sector parece que lo tiene claro, ¿y el cliente?, ¿está al tanto de su potencial? Para analizar este negocio y tomar el pulso a esta aclamada tendencia, Redes &Telecom ha consultado con varios expertos en la materia.

Puedes leer el artículo completo en el número de noviembre de 2014 de Redes & Telecom en el Kiosco de BPS.

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Cristina Albarrán
Cristina Albarrán

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